viernes, 14 de diciembre de 2007

Coleccionistas de manuales litúrgicos antiguos

Varios valencianos atesoran manuales litúrgicos del siglo XVIII y XX que remontan a tiempos en que las misas se daban en latín y de espaldas a los feligreses.

Hay libros con historia e historias sobre libros. Los misales escritos en la lengua oficial vaticana, aquellos manuales que acompañaban a muchos feligreses a su parroquia para seguir la misa que se oficiaba en latín y de espaldas a los fieles, son uno de esos casos. Valencianos como Miguel Prima, Amparo Martínez, Enrique Juan, Concha Navarro y Gonzalo Fernández todavía atesoran estos documentos que son importantes para recordar la vigencia en aquel momento del latín, conocer la evolución de los ritos religiosos y porque encierran muchas vivencias personales.

Uno de los casos más llamativos es el de Gonzalo Fernández, un gran coleccionista de libros antiguos de temas religiosos, de pensamiento filosófico, medicina y, cómo no, de latín. “Tengo más de 564 ejemplares y de estos, cinco serán misales. Un ejemplo es un misal de 1700 que se presenta sólo en latín. Son obras muy interesantes porque me gusta ver cómo evoluciona la tipografía, los grabados y la cultura religiosa”, explica Gonzalo Fernández.

Un ejemplar religioso que este valenciano tiene en gran aprecio es una Biblia Vulgata de 1693. “Está toda escrita en latín y es de la época de Sixto V”. Otra gran joya “es un incunable. El sermonario de San Vicente Ferrer que data de 1496 y que fue impreso en Venecia. Son obras difíciles de conseguir y, además, es muy interesante conocer la tipografía de la época”, añade.

Hay otros tesoros bibliográficos de Fernández que cabe citar como un misal de 1700 de la iglesia protestante que es obra de un gran predicador alemán, Immanel Gotlob; un orador cristiano de Gregorio Mayans, impreso en 1786 en Tomás de Orga o un sermonario de San Pedro escrito por Fray Manuel de Santo Tomás en 1799 e impreso en Valencia por Francisco Burguete. Un último ejemplo es Concordia Pia Confessio Fidei et Doctrinae , de 1705 “en el que figura un grabado en el que el emperador Carlos V diserta con sus nobles sobre los evangelios cristianos y luteranos”.

Las historias sobre misales de Enrique Juan, Concha Navarro, Amparo Martínez y Miguel Prima no se remontan a siglos tan pretéritos, pero están cargadas de recuerdos y anécdotas de un momento histórico que vuelve a estar de moda tras la aprobación y entrada en vigor –el pasado 14 de septiembre– del “motu proprio Summorum Pontificum” en el que Benedicto XVI autoriza a celebrar misas según el rito anterior al Concilio Vaticano II, en latín y de espaldas a los fieles.

Miguel Prima conserva un misal preconciliar llamado Misal completo latino-castellano por el Padre Vicente Molina, mandado imprimir por Jacinto Argaya, obispo auxiliar de Valencia. “Es del año 1958 y está impreso en la calle Cuarte”.

Este feligrés de la parroquia de Nuestra Señora de Los Ángeles del Cabanyal explica que este misal fue un regalo. “Tenía mi misal, pero la riada se lo llevó. El de ahora es de 1958 y me lo regaló un vecino”.

Prima detalla que las páginas “estaban divididas en dos partes, por un lado la versión latina, y al lado, la castellana, para que la gente pudiera seguir la misa y entenderla”.

Prima todavía fue uno de los valencianos que conoció las misas preconciliares e incluso participaba en los cantos en latín. Recuerda que en la parroquia de Los Ángeles, el sacerdote primero se expresaba en latín y, a continuación se volvía a decir en castellano, algo que no se hacía en todas las parroquias”.

Amparo Martínez es otra de las valencianas que en aquella época “salía de casa con mantilla y misal en mano para asistir a la misa dominical”. Su libro en latín también está vinculado a un recuerdo: “El misal fue el primer regalo que me hizo mi novio. Tenía yo 19 años. Como personas muy devotas, era algo muy importante para nosotros”.

Para Concha Navarro “una de las cosas más importantes que heredé de mi abuelo Victoriano, que era mi padrino, es su misal en latín. Lo guardo junto a mi catecismo”.

El más joven de estos valencianos, Enrique Juan, de 33 años, se siente orgulloso de guardar en el estante de su habitación varios misales. Uno es el del Padre Ribera, en una edición de 1940 ó 1950. También tengo algunos devocionarios litúrgicos con oraciones y pláticas de piedad en latín y castellano.

Enrique Juan no conoció aquella época, pero apunta que como “siempre había tenido inquietud por escuchar misas en latín, fui a las fiestas del Corpus del Patriarca y me gustó mucho. Me llama la atención por la cosa cultural, por su riqueza y por los cantos que se han conservado”. Poco a poco su interés ha ido creciendo y, “como hay gente mayor que sabe que me gustan los libros antiguos, me los han ido regalando”.


Artículo original publicado en el diario Las Provincias del 30 de septiembre de 2007.

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